Me casé a los 18 años, me puse máscaras para pertenecer, y por mucho tiempo viví cumpliendo lo que se esperaba de mí.
Cuando migré, la vida me sacudió: tuve que empezar de cero, descubrir quién era y, sobre todo, aprender a tomar control de mis finanzas.
Ese fue mi punto de quiebre.
Entendí que si yo no aprendía a manejar el dinero, siempre iba a depender de otros.
Y decidí: nunca más.
Hoy soy una mujer enbilletada, libre, con voz propia.
Y quiero que tú también vivas tu metamorfosis financiera.